miércoles, 24 de mayo de 2023

El Misterio del Hombre Gris

Capítulo 1: Un viaje a lo desconocido

Es curioso que sea un hombre como yo, quien se embarque en esta aventura. Me llamo Abrahán, y hay mucho que podría compartir contigo, estimado lector, pero es apropiado comenzar desde el principio.

En el instituto fui maestro de ajedrez, y mis aficiones siempre estuvieron ligadas a cualidades como la lógica, la memoria, la percepción espacial y las matemáticas. Además, siempre disfruté de los puzles y tenía una gran afinidad por la física. Supongo que, debido a todo esto, era inevitable que mi profesión se adentrara en las investigaciones más inusuales y misteriosas.

Sí, estoy seguro de que has llegado a la misma conclusión: soy detective. Pero no, ni de lejos me parezco a la sombra de Sherlock Holmes.

Dejé de contar los años a medida que fui peinando mis canas. Han pasado suficiente tiempo como para saber que cada arruga en mi piel o cicatriz es simplemente el mapa de un ser más práctico, alguien que nunca dio tregua en una buena batalla. No me gusta hablar de mí, y mi reflejo escurridizo, disfrazado de buen hombre, sabe que guardo un borrador y una tiza para redibujar las líneas al filo de un cuchillo al que llaman justicia. Más de cincuenta años respaldan el hecho de que, si hablamos de probabilidades, mi camino se encuentra a menos de la mitad recorrido.

Abrahán



Creo que es el momento de embarcarnos en este viaje, pues el misterio se hizo palpable cuando mi querida hija, Casandra, desapareció a sus veintidós años. Todo sucedió mientras yo residía temporalmente en Londres. Ella se encontraba en mi pintoresco pueblo natal. Un rincón encantador de España. Rodeado de un frondoso bosque, atravesado por el suave murmullo de un riachuelo. El lugar parecía haber sido extraído de las páginas de un cuento de hadas, impregnado de leyendas transmitidas por los ancianos aldeanos.

El entorno

Mi preciosa princesa compartía su vida con su madre, Elena, cuya influencia marcó indeleblemente su carácter. Aunque heredó muchos de mis defectos y cualidades, fue la pasión por lo inexplicable lo que le quedó grabado en su corazón, al igual que la deslumbrante belleza que irradiaba.

Tras enterarme de su desaparición, a pesar de mi inquebrantable temple, mi corazón se petrificó al escuchar la desgarradora noticia. Mis latidos se suspendieron en un instante que pareció eterno. De inmediato, con la determinación que me caracteriza, puse en marcha todos los preparativos necesarios para partir sin demora.

Con la mente enfocada y los sentidos alerta, me sumergí en una vorágine de emociones encontradas. La incertidumbre y la preocupación se entrelazaron en cada paso que daba, mientras la determinación ardía en mi interior como una llama inextinguible. Sabía que no podía permitirme flaquear, que debía enfrentar el desafío que se me presentaba con valentía y astucia.

Revisé meticulosamente cada detalle logístico, asegurándome de contar con los recursos necesarios para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino. Los minutos parecían horas, mientras mi mente trazaba estrategias y mi corazón latía con una mezcla de esperanza y aprensión.

En un abrir y cerrar de ojos, estaba listo para partir. Me despedí de aquellos que me rodeaban con una mirada firme y palabras que transmitían mi determinación. Sin mirar atrás, me adentré en el abismo de lo desconocido, dispuesto a enfrentar los desafíos que aguardaban en el camino y con la convicción de que no descansaría hasta encontrar respuestas para reunirme finalmente con mi queridísima hija.

Mi pequeña tenía los ojos con una inigualable expresividad, hipnotizaban a quien osaba cruzar su mirada. No sabía si era el capricho de su heterocromía central, ese singular contraste de colores que dotaba a cada iris de una profundidad sin igual, o si era la combinación de sus rasgos delicados y sensuales, dignos de una mujer afrodita como su madre. Y su figura, esbelta y elegante, se puede decir que prácticamente era un mero reflejo de mi amada esposa.

Casandra



Una vez desembarqué en el aeropuerto, me comencé un agotador trayecto de casi cuatro interminables horas al volante. Los primeros tramos del viaje transcurrieron de manera común, con una hora de monótona autovía que poco a poco dio paso a los caminos y senderos que me conducirían hacia el pintoresco pueblo.

Fue en ese momento, sumido en una especie de ensoñación, cuando experimenté una aparición extraña. Prácticamente llegando a mi destino, a escasos veinte minutos del pueblo. Me adentré en el abrumador bosque. Una niebla misteriosa, con apenas dos metros y medio de altura, envolvía la calzada como si fuera la nata que se posa sobre un café negro. La luz del ocaso comenzaba a desvanecerse. Encendí las luces de mi vehículo. Sin embargo, ante aquella imagen digna de una película de terror, decidí hacer ráfagas de luz larga. Y lo que presencié a continuación me dejó estupefacto, como si hubiera entrado en un cuento de lo más extraño. Con una claridad sorprendente, pude distinguir una extraña silueta humanoide gris que cruzaba. No antes sin detenerse casi desafiante a mi presencia y mi propia lógica. Aquello sacudió mi mente racional y de inmediato me vino a la cabeza la idea de que solo podía ser producto del agotamiento y el estrés acumulados.

Ente Gris


Casi sin darme cuenta, estacioné el vehículo frente a mi nostálgica morada. Era una casa de antigua construcción, mayormente hecha de piedra, pero siempre había sido un refugio acogedor. Era como un pedacito más del bosque y una gran parte de mi infancia.

Mi hogar



Mi esposa salió al encuentro y en sus ojos, junto a un abrazo esperanzador, se reflejaba una tristeza inconsolable. Al cruzar el umbral de la casa, ella me transmitió toda la información que consideraba relevante para encontrar a nuestra hija. La escuché atentamente, sin perder ningún detalle. Finalmente nos volvimos a abrazar y nos fuimos a descansar.



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