viernes, 26 de mayo de 2023

El Misterio del Hombre Gris. Capítulo 2: Los secretos del Aión eterno.



 Capítulo 2: Los secretos del Aión eterno

 

No pude conciliar el sueño adecuadamente, pero decidí no quedarme a desayunar en casa. Mi esposa, Elena, entre sollozos, me proporcionó los últimos detalles que recordaba del día en que nuestra hija desapareció.

Aunque las palabras de Elena reflejaban claramente el drama en sus lágrimas, su relato tenía cierta coherencia. 

Elena 



Según ella, nuestra hija Casandra se sumergió en la creación de un modesto libro sobre seres mitológicos y de fantasía. No solo se documentó en libros y consultó a otros autores, sino que también aprovechó las leyendas que rodeaban nuestro maravilloso bosque y entorno rural.

De inmediato, me lancé a realizar una exhaustiva investigación en su habitación, recopilando todos los contactos cercanos y las referencias a lugares del entorno que ella había estado analizando.

Una vez obtuve la lista de personas y ubicaciones más relevantes, cerré mi pequeña libreta ochentera, lista para adentrarme en un mundo lleno de misterios y descubrimientos.

Antes de ir a las autoridades quise desayunar en el único bar que había en el pueblo. A pesar de los años que pase fuera aun hubo quien me reconoció y a los que salude con la estima que merecían.

Mientras el camarero me atendía amablemente y colocaba mi café junto a la tostada, no pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que un hombre con zapatos relucientes y un camuflaje de campesino casi perfecto me observaba impacientemente, deseoso de entablar una conversación. Nada lo habría delatado, de no ser por la pulcritud de sus zapatos y su anudado milimétricamente perfecto. Además, su corpulencia y la falta de callos en sus manos inclinaban la balanza hacia una profesión más relacionada con el campo, pero con tintes militares.

"Disculpe mi indiscreción, ¿usted no es de por aquí? ¿Estoy en lo cierto?" Era más que evidente que buscaba sondearme y obtener toda la información posible (Hice una nota mental y lo denominé como el Hombre M). Y como dijo Maquiavelo: Cada uno ve lo que parece, pero pocos palpan lo que eres". Debía ser cauteloso con este desconocido.

"Es curioso que me haga esa pregunta, ya que nací en este lugar. Y usted, ¿es de por aquí?" Le sonreí modestamente.

"Aunque el lugar es tentador y sin duda acogedor este maravilloso pueblo, no soy de aquí. Vine por cuestiones de trabajo. Claro está que usted ya se percató. Pues, aunque su mirada fue breve fue preciso como un bisturí para observar mi calzado. Es la costumbre y casi no me di cuenta hasta que llegué al bar y usted se fijó en ellos- Me sonrió y me ofreció un apretón de manos firme. – Disculpe mis modales me llamo Bryant".

"Mi nombre es Abrahán" Estaba clarísimo que aquel sujeto no era un cualquiera. Al igual que yo era analítico y probablemente ya me conocía. Tenía que ser extremadamente prudente.

"Un placer conocerlo. Si es de aquí, no podré sugerirle ningún paraje interesante. Sin embargo, puedo advertirle que no se aventure más allá de la montaña del indio. Esa zona ha estado cercada y bajo control militar durante bastante tiempo. Pero, bueno, hoy estoy demasiado parlanchín. Le deseo lo mejor. Ah, bonito libro de notas forrado en piel. Un saludo y recuerde no meterse en líos".

Su semblante, aunque siempre sonriente, emanaba disciplina, dejando claro que pertenecía a aquellos militares a los que hizo referencia. Su corte de pelo, sus movimientos y la manera en que examinaba su entorno no dejaban lugar a dudas de que su profesión estaba ligada al espionaje o la defensa de información altamente clasificada. Toda esa parafernalia que había creado no era más que una exhibición de fuerza e intimidación.

Agente M (Bryant) 

Después de salir aquel personaje del bar, me acerqué al camarero y le pregunté si tenía alguna información sobre aquel enigmático individuo. Su respuesta fue breve pero reveladora: "No, pero no es la primera vez que entran aquí algunos militares de apariencia rígida". Tomé una breve nota mentalmente y decidí hacer un rápido boceto del sujeto para investigar más a fondo.

Sin perder tiempo, me puse en contacto con las autoridades locales para solicitar una reunión urgente con el jefe de policía. Necesitaba ponerme al día con el caso de mi hija. Antes incluso de colgar la llamada

Un desconocido se sentó junto a mí. Parecía nervioso, con cabello rubio desordenado y una tez pálida como la leche. Sus ojos azules eran expresivos y parecía nórdico.

"Buenos días, me llamo Luis", se presentó con una preocupación evidente en su rostro. "Disculpe si lo interrumpo de esta manera". Su dominio del castellano era impecable.

"No se preocupe en absoluto", respondí con cortesía. "¿En qué puedo ayudarlo, Luis?" Debía mantenerme amable, ya que cualquier información relevante podría resultar crucial.

Luis tomó aliento y continuó: "Conozco al hombre con el que parecía tener una discusión con usted. Creo que era un militar de alto rango. Nunca antes lo había visto bajar al pueblo. Deben estar muy nerviosos". Aunque parecía Luis un tanto desequilibrado, sabía que tenía que seguir investigando.

"Intrigante", repliqué. "¿De qué manera lo conoce?"

"Bueno a el no lo conozco, pero los militares establecieron su base y un extenso perímetro de seguridad casi de inmediato después de que aparecieran las luces en el cielo. Y ya sabes, todos esos fenómenos extraños. No sé si están relacionados con todo eso, pero su interés es más que evidente. Sin embargo, ¿por qué abandonaría su zona de confort para hablar con usted? ¿Quién es exactamente usted?", preguntó con curiosidad. A pesar de su aparente excentricidad y vestimenta inusual, curiosamente había encontrado un tal Luis Águeda en la lista de personas de interés relacionadas con el caso de mi hija.

"Soy el padre de Casandra, la chica desaparecida", respondí. "¿Usted es Luis Águeda?"

"Sí, soy yo", asintió con tristeza. "Lamento profundamente la desaparición de su hija, señor Abrahán. Ella y yo hemos tenido varias conversaciones, y usted era su gran referencia. Le pido disculpas por la forma en que me dirigí a usted".

Luis


Decidí que aquel bar no era el lugar más apropiado para continuar con nuestra conversación. Antes de cuestionar la cordura de Luis, era necesario crear un ambiente más cómodo donde él no se sintiera juzgado por sus argumentos y relatos.

"No tiene que disculparse. Si le parece bien, podríamos dar un paseo por los alrededores mientras seguimos hablando de Casandra", le sugerí de manera sutil, haciendo un gesto para que me acompañara.

Por supuesto, señor. Espero poder ayudar en todo lo posible", respondió Luis. Salimos juntos y comenzamos a caminar por los estrechos senderos. De fondo, el canto de hermosos pájaros llenaba el aire. La sombra y la luz jugaban a nuestro alrededor, creando una atmósfera de relajación absoluta que permitió que la empatía de Luis liberara cada uno de sus pensamientos.

"Luis, no es necesario que me llame señor. Puedes tutearme o llamarme por mi nombre. ¿Crees que los militares tuvieron algo que ver en la desaparición de mi hija?", le dije mientras lo miraba directamente a los ojos, consciente de que cada pequeño gesto podía ser crucial. No podía pasar por alto ningún detalle.”

"Señor Abrahán, es probable que su hija haya descubierto algo. Estoy convencido de que los militares tenían un interés desmedido en las investigaciones de Casandra", afirmó Luis con convicción, aunque sus palabras no pudieran confirmar nada con certeza.”

"Dime, ¿qué estaba estudiando mi hija que pudiera despertar tanto interés por parte de los militares?" Continuaba midiendo cada palabra que le decía. Aún no era el momento de cuestionar su razonamiento.

"Aunque no me lo diga, sé que puede pensar que estoy loco. Luces en el cielo, sucesos extraños y una conspiración militar. Esto puede sorprenderle, pero no somos tan diferentes. Ambos compartimos el amor por la ciencia. Soy científico especializado en física. Mis apellidos son Águeda Ramírez, y puede comprobarlo.

He publicado varios artículos sobre las cuerdas de súper gravedad descritas en la teoría M y las partículas supersimétricas. Vine aquí porque un colega científico, especialista en astrobiología, me habló sobre unas muestras de tierra donde la longevidad de los microorganismos unicelulares se extendía cien veces más de lo normal. Según su informe, esto implicaba una deformación del espacio-tiempo. Por supuesto, toda nuestra conversación y los datos compartidos fueron en secreto. Él trabaja para una organización internacional de alta seguridad.

Sé que a usted se le propuso ser catedrático de física y lo rechazó para seguir la profesión de detective, así que estoy seguro de que los términos que acabo de mencionarle le resultan familiares", concluyó Luis, explicándose brevemente sobre su trabajo y las conexiones entre nuestras áreas de interés.

Para mi sorpresa, en todo lo relatado había argumentos sustentados por pilares científicos, aunque estos meramente eran teóricos y aun no se habían demostrado. Al menos para el resto de mortales. Yo esperaba una conversación donde la lógica no tuviese cabida y honestamente que sentenciara una locura innegable. Pero tuve que seguir echándole un pulso a su mente y a la mía propia.

"Pero entonces, ¿qué es lo que cree que descubrió mi hija?" Le insistí.

"Creo que descubrió la razón donde nuestra física no llega a tener respuesta. Como bien sabe, andaba tras los pasos de seres mitológicos. ¿Sabe usted a qué dios veneraban las antiguas tribus de nuestra montaña del indio?

Yo se lo diré. Ellos creían y le rezaban un único Dios. El gran Aión", dijo Luis, y sus ojos se abrieron como gigantescos ventanales, emanando pura fascinación.

"¿Quién era ese ser? Y ¿qué tiene que ver con todo esto?" Saqué mi libreta, pidiéndole convenientemente permiso para tomar nota de aquello.

"En la filosofía y la mitología gnóstica, los Aeones son seres eternos que existen fuera del tiempo y el espacio. Se considera que poseen el conocimiento y el control del tiempo, y son representados como seres divinos. Ellos le rezaban a ese ser superior, eterno y no solo tenía cabida en las tres dimensiones y temporal que nuestra física conoce. Es posible que tu hija encontrase al Dios Aión ”

En un universo tejido con los hilos de la filosofía y la mitología, los pilares de su argumentación se alzaban imponentes. Sin embargo, su hipótesis escapaba a la tangibilidad y la medición, forzándolo a apartarla por el momento. Con respeto, le comuniqué que tenía una cita muy importante y dejé mi número de teléfono por si surgía alguna otra información que pudiera acercarnos al enigma del paradero de Casandra. Tras despedirme de Luis, me encaminé hacia el encuentro con el jefe de policía, donde se desvelarían nuevas intrigas.


miércoles, 24 de mayo de 2023

El Misterio del Hombre Gris

Capítulo 1: Un viaje a lo desconocido

Es curioso que sea un hombre como yo, quien se embarque en esta aventura. Me llamo Abrahán, y hay mucho que podría compartir contigo, estimado lector, pero es apropiado comenzar desde el principio.

En el instituto fui maestro de ajedrez, y mis aficiones siempre estuvieron ligadas a cualidades como la lógica, la memoria, la percepción espacial y las matemáticas. Además, siempre disfruté de los puzles y tenía una gran afinidad por la física. Supongo que, debido a todo esto, era inevitable que mi profesión se adentrara en las investigaciones más inusuales y misteriosas.

Sí, estoy seguro de que has llegado a la misma conclusión: soy detective. Pero no, ni de lejos me parezco a la sombra de Sherlock Holmes.

Dejé de contar los años a medida que fui peinando mis canas. Han pasado suficiente tiempo como para saber que cada arruga en mi piel o cicatriz es simplemente el mapa de un ser más práctico, alguien que nunca dio tregua en una buena batalla. No me gusta hablar de mí, y mi reflejo escurridizo, disfrazado de buen hombre, sabe que guardo un borrador y una tiza para redibujar las líneas al filo de un cuchillo al que llaman justicia. Más de cincuenta años respaldan el hecho de que, si hablamos de probabilidades, mi camino se encuentra a menos de la mitad recorrido.

Abrahán



Creo que es el momento de embarcarnos en este viaje, pues el misterio se hizo palpable cuando mi querida hija, Casandra, desapareció a sus veintidós años. Todo sucedió mientras yo residía temporalmente en Londres. Ella se encontraba en mi pintoresco pueblo natal. Un rincón encantador de España. Rodeado de un frondoso bosque, atravesado por el suave murmullo de un riachuelo. El lugar parecía haber sido extraído de las páginas de un cuento de hadas, impregnado de leyendas transmitidas por los ancianos aldeanos.

El entorno

Mi preciosa princesa compartía su vida con su madre, Elena, cuya influencia marcó indeleblemente su carácter. Aunque heredó muchos de mis defectos y cualidades, fue la pasión por lo inexplicable lo que le quedó grabado en su corazón, al igual que la deslumbrante belleza que irradiaba.

Tras enterarme de su desaparición, a pesar de mi inquebrantable temple, mi corazón se petrificó al escuchar la desgarradora noticia. Mis latidos se suspendieron en un instante que pareció eterno. De inmediato, con la determinación que me caracteriza, puse en marcha todos los preparativos necesarios para partir sin demora.

Con la mente enfocada y los sentidos alerta, me sumergí en una vorágine de emociones encontradas. La incertidumbre y la preocupación se entrelazaron en cada paso que daba, mientras la determinación ardía en mi interior como una llama inextinguible. Sabía que no podía permitirme flaquear, que debía enfrentar el desafío que se me presentaba con valentía y astucia.

Revisé meticulosamente cada detalle logístico, asegurándome de contar con los recursos necesarios para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino. Los minutos parecían horas, mientras mi mente trazaba estrategias y mi corazón latía con una mezcla de esperanza y aprensión.

En un abrir y cerrar de ojos, estaba listo para partir. Me despedí de aquellos que me rodeaban con una mirada firme y palabras que transmitían mi determinación. Sin mirar atrás, me adentré en el abismo de lo desconocido, dispuesto a enfrentar los desafíos que aguardaban en el camino y con la convicción de que no descansaría hasta encontrar respuestas para reunirme finalmente con mi queridísima hija.

Mi pequeña tenía los ojos con una inigualable expresividad, hipnotizaban a quien osaba cruzar su mirada. No sabía si era el capricho de su heterocromía central, ese singular contraste de colores que dotaba a cada iris de una profundidad sin igual, o si era la combinación de sus rasgos delicados y sensuales, dignos de una mujer afrodita como su madre. Y su figura, esbelta y elegante, se puede decir que prácticamente era un mero reflejo de mi amada esposa.

Casandra



Una vez desembarqué en el aeropuerto, me comencé un agotador trayecto de casi cuatro interminables horas al volante. Los primeros tramos del viaje transcurrieron de manera común, con una hora de monótona autovía que poco a poco dio paso a los caminos y senderos que me conducirían hacia el pintoresco pueblo.

Fue en ese momento, sumido en una especie de ensoñación, cuando experimenté una aparición extraña. Prácticamente llegando a mi destino, a escasos veinte minutos del pueblo. Me adentré en el abrumador bosque. Una niebla misteriosa, con apenas dos metros y medio de altura, envolvía la calzada como si fuera la nata que se posa sobre un café negro. La luz del ocaso comenzaba a desvanecerse. Encendí las luces de mi vehículo. Sin embargo, ante aquella imagen digna de una película de terror, decidí hacer ráfagas de luz larga. Y lo que presencié a continuación me dejó estupefacto, como si hubiera entrado en un cuento de lo más extraño. Con una claridad sorprendente, pude distinguir una extraña silueta humanoide gris que cruzaba. No antes sin detenerse casi desafiante a mi presencia y mi propia lógica. Aquello sacudió mi mente racional y de inmediato me vino a la cabeza la idea de que solo podía ser producto del agotamiento y el estrés acumulados.

Ente Gris


Casi sin darme cuenta, estacioné el vehículo frente a mi nostálgica morada. Era una casa de antigua construcción, mayormente hecha de piedra, pero siempre había sido un refugio acogedor. Era como un pedacito más del bosque y una gran parte de mi infancia.

Mi hogar



Mi esposa salió al encuentro y en sus ojos, junto a un abrazo esperanzador, se reflejaba una tristeza inconsolable. Al cruzar el umbral de la casa, ella me transmitió toda la información que consideraba relevante para encontrar a nuestra hija. La escuché atentamente, sin perder ningún detalle. Finalmente nos volvimos a abrazar y nos fuimos a descansar.